jueves, 1 de agosto de 2019

El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes. Tatiana Tîbuleac

EL AÑO EN QUE MI MADRE TUVO LOS OJOS VERDES
TATIANA TÎBULEAC
TRADUCCIÓN: MARIAN OCHOA DE ERIBE
IMPEDIMENTA
256 PÁGINAS


SINOPSIS
 
Alesky aún recuerda el último verano que pasó con su madre. Han transcurrido muchos años desde entonces, pero, cuando su psiquiatra le recomienda revivir esa época como posible remedio al bloqueo artístico que está sufriendo como pintor, Alesky no tarda en sumergirse en su memoria y vuelve a verse sacudido por las emociones que lo asediaron cuando llegaron a aquel pueblecito vacacional francés: el rencor, la tristeza, la rabia. ¿Cómo superar la desaparición de su hermana? ¿Cómo perdonar a la madre que lo rechazó? ¿Cómo enfrentarse a la enfermedad que la está consumiendo? Este es el relato de un verano de reconciliación, de tres meses en los que madre e hijo por fin bajan las armas, espoleados por la llegada de lo inevitable y por la necesidad de hacer las paces entre sí y consigo mismos.


El verano, la estación de las ansiadas vacaciones, de los recuerdos de infancia y del primer amor, parece ser la época que amansa a las fieras. Y es que la relación madre e hijo, que en un principio, es el amor más verdadero, el idílico, a veces se convierte en odio y distancia. Aunque Tîbuleac  sabe como domar a los protagonistas en esta novela tan intensa.
 
La historia comienza con unas primeras páginas durísimas, con la actitud salvaje por parte de Aleksy, que más que un hijo parece un animal. Odia a su madre, la insulta y la maltrata, al ser un joven con problemas psicológicos al que la medicación exalta más. La pérdida de su hermana hizo que la relación con su madre fuese nula, ella marcada por el duelo dejó de lado a su hijo y este tuvo que aprender a sobrevivir en solitario. Porque su padre, alcohólico, los abandonó y les dejó sin nada,mientras el emprendía una nueva vida.
 
"Aquella mañana en que la odiaba más que nunca, mi madre cumplió treinta y nueve años. Era bajita y gorda, tonta y fea. Era la madre más inútil que haya existido jamás. Yo la miraba desde la ventana mientras ella esperaba junto a la puerta de la escuela como una pordiosera. La habría matado con medio pensamiento. Junto a mí, silenciosos y asustados, desfilaban los padres. Un triste hatajo de perlas falsas y corbatas baratas, venido a recoger a sus hijos defectuosos, escondidos de los ojos de la gente. Al menos ellos se habían tomado la molestia de subir. A mi madre yo le importaba un pimiento, al igual que el hecho de que hubiera conseguido terminar unos estudios."
 
En los últimos tiempos aparecen voces narrativas jóvenes que llegan pisando fuerte, a pesar de narrar historias crueles lo hacen con un toque natural que atrapa al lector. En esta novela, el punto fuerte es la narración en primera persona, donde el hijo relata en forma de diario su último verano junto a su madre, a modo de terapia para recuperar la inspiración para seguir pintando obras de arte. Esta primera persona nos es lejana y aberrante, aunque página a página la conocemos mejor y nos regala momentos entrañables.
 
Ese famoso verano en que su madre se encuentra en una fase terminal del cáncer, no quiere tratarse y prefiere disfrutar de los últimos días al máximo los dos juntos, dónde por primera y última vez crearan un vínculo inexistente. Los dos descubren al otro y cada uno a su manera navegan en el mar de esos ojos verdes. Unos ojos que nunca brillaron tanto como ese verano y que Alesky, el protagonista, nunca olvidará.

Tîbuleac crea una novela con dos temas muy potentes y conflictivos. Por un lado las relaciones materno filiales y por otra el tema de la muerte. Aunque sabemos que tarde o temprano nuestra flor se marchita y que con los años le caen los pétalos, nunca lo aceptamos y menos cuando un ser querido decide no aceptar un tratamiento y evita  permanecer en esta árida tierra. Porque la autora nos envuelve en un campo de sequía emocional y amoroso, lo que fomenta la aparición de malas hierbas en lugar de hermosas flores.
 
"Mi madre se detuvo de repente y con ella me detuve también yo, y todo lo que estaba predestinado a sucedernos aquel día. Luego me cogió de la mano y me arrastró entre las flores grandes y tristes, que nos miraban con sus cabezas dentadas. Ya no era un hijo, tampoco ella una madre. Éramos un mortal asustado y una hechichera  que arrastraba su presa a otro mundo. Dimos el último paso y el tiempo se cerró tras nosotros como una cremallera invisible".
 
El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes es una novela muy recomendable, una historia dolorosa y tierna que eriza la piel. Un ejercicio de mirar a los ojos de las personas, porque esos ojos muchas veces hablan cuando las palabras enmudecen. Una obra con un título muy bonito que abre el camino que todo corazón necesita para descansar en paz, algo tan difícil como perdonar y pedir perdón.