LA NIETA DEL SEÑOR LINH
PHILIPPE CLAUDEL
TRADUCCIÓN: JOSÉ ANTONIO SORIANO MARCO
TRADUCCIÓN: JOSÉ ANTONIO SORIANO MARCO
EDICIONES SALAMANDRA
128 PÁGINAS
128 PÁGINAS
SINOPSIS
Una fría mañana de noviembre, tras un penoso viaje en barco, un anciano desembarca en un país que podría ser Francia, donde no conoce a nadie y cuya lengua ignora. El señor Linh huye de una guerra que ha acabado con su familia y destrozado su aldea. La guerra le ha robado todo menos a su nieta, un bebé llamado Sang Diu, que en su idioma significa "Mañana dulce", una niña tranquila que duerme siempre que el abuelo tararee su nana, la melodía que han cantado durante generaciones las mujeres de la familia. Instalado en un piso de acogida, el señor Linh, sólo se preocupa por su nieta, su única razón de existir hasta que conoce al señor Bark, un hombre robusto y afable cuya mujer ha fallecido recientemente. Un afecto espontáneo surge entre estos dos solitarios que hablan distintas lenguas, pero que son capaces de comprenderse en silencio y a través de pequeños gestos. Ambos se reencuentran regularmente en un banco del parque hasta que, una mañana, los servicios sociales conducen al señor Linh a un hospicio que no está autorizado abandonar. El señor Linh consigue, sin embargo, escapar con Sang Diu y adentrarse en la ciudad desconocida, decidido a encontrar a su único amigo. Su coraje y determinación lo conducirán a un inesperado desenlace, profundamente conmovedor.
El 20 de junio es el Día Mundial del Refugiado. La violencia no cesa y cada día miles de personas se quedan sin hogar a causa de las guerras por diferencias políticas y religiosas. Personas despojadas de una vida que deben empezar de cero. Por eso hoy quiero dar mi apoyo a las familias obligadas a huir con la recomendación de una gran novela, "La nieta del señor Linh", de Philippe Claudel.
La primera vez que leí esta novela fue en catalán, un ejemplar que encontré en la biblioteca y que se vino a casa motivada por entusiastas reseñas. Y efectivamente es una novela tan tierna como triste, una historia para releer y pensar en esa pobre gente que de un día para otro se quedan sin nada. No aprendemos, la maldad no cesa y destruye familias y patrimonio. Una enfermedad que se expande país tras país dejando caminos de personas buscando un nuevo hogar. Por todos los temas que toca es un libro que impacta tanto como gusta, lo que provocó la necesidad de conseguir el libro para releer y me hice con la edición en castellano publicada por Salamandra.
La guerra destruye la aldea y el país del anciano Linh, no queda rastro de los arrozales y él y su nieta Sang Diu son los únicos supervivientes de la familia. Linh sabe que no puede rendirse por su nieta, tan jovencita merece una vida lejos de sus raíces quemadas por las armas, y emprende un largo viaje en barco rumbo a otro país. Con la mirada fija se despide de su tierra y su pasado que empequeñecen con la distancia.
Integrarse en un país desconocido es complicado, el anciano se encuentra en un centro de refugiados con personas que no conoce, una lengua extraña y una ciudad demasiado moderna y ruidosa a lo que era su pequeña aldea familiar. No se relaciona con los compañeros y estos se burlan al verlo siempre con la niña pegada a su cuerpo. Lo único que pudo recuperar para su nueva etapa fue una maleta con ropa usada, una fotografía casi borrada por el sol y un saquito de tela con un puñado de tierra. Esas cosas, la nieta y los recuerdos son sus pertenencias, el resto se lo robaron.
Sang Diu, que en su idioma significa mañana dulce, es una niña de meses muy tranquila, parece entender la situación y no se queja por nada. El abuelo le canta una nana perteneciente a su familia, todas las mujeres la cantaban de generación en generación y él se la ofrece para no perder las tradiciones. Paseando por los alrededores del centro conoce al señor Bark, un hombre grandote y amable, con el que entablará una bonita amistad. Cada día se citan en un banco y disfrutan de unos minutos de compañía. Dos seres solitarios y mayores, el señor Bark perdió hace poco a su mujer, que a pesar de no hablar el mismo idioma se comunican a través de pequeños gestos y sonrisas.
El señor Bark se convierte en un gran amigo para Linh, la motivación para salir cada día a pasear y conocer la ciudad. Pero la vida es dura y no conforme con robárselo todo también lo alejan de él al encerrar al viejo y la nieta en un hospicio. Si algo caracteriza a Linh es su perseverancia y fuerza, lo que desemboca en un impresionante final.
Philippe Claudel nos adentra en el drama de los refugiados con una tierna y triste historia. Un canto a la libertad y a la tolerancia en manos de la amistad. La amistad entre Linh y el señor Bark mueve montañas y no entiende de razas, religión ni fronteras. Un gesto de cariño puede salvar vidas y una sonrisa es la mejor arma contra la indiferencia. Claudel a través de un narrador en tercera persona nos presenta a los tres grandes personajes de la novela, los dos ancianos y la niña, en un ejercicio en el que el lector debe tomar parte de la historia. Él nos enseña el lado más amargo de la guerra, la soledad y la vejez, siempre sin profundizar en el dolor para que el lector escuche los silencios y sienta la desesperación y la esperanza según el momento. Para ello utiliza una prosa con tintes poéticos que la convierte en una pequeña obra maestra.
No sabemos la procedencia del señor Linh ni conocemos el país donde intenta integrarse después de la huida. Los destinos son insignificantes, cada día hay centenares de humanos en la misma situación, lo necesario es concienciar a la gente del sufrimiento y de la colaboración. Nadie está a salvo.
La nieta del señor Linh es una hermosa y conmovedora historia de amistad con personajes que recuperan la identidad en nuestro corazón.